Por Málvelin Plasencia -¿Qué lugar tiene nuestra verdadera esencia en un mundo que premia más el parecer que el ser?
Las tendencias se viralizan a la velocidad de un clic y las redes sociales moldean percepciones, la autenticidad se ha convertido en un acto de resistencia. Nos enfrentamos diariamente a una lluvia de imágenes cuidadosamente editadas, de estilos de vida aparentemente perfectos, y de ideales que, más que inspirar, nos colocan en una carrera interminable por encajar. En este escenario, ser auténtico no solo es desafiante, sino esencial.
La autenticidad no es una etiqueta que se pueda añadir para ganar más “likes”. Es un compromiso personal con nuestra esencia, un esfuerzo consciente por permanecer fieles a quienes somos, incluso si eso significa navegar contra la corriente.
Implica reconocer nuestras fortalezas y debilidades, nuestras luces y sombras, y expresarlas sin temor. Es entender que no somos productos a consumir, sino individuos con historias únicas que contar.
En el ámbito digital, donde los algoritmos favorecen lo superficial y el impacto instantáneo, ser auténtico puede parecer arriesgado. No obstante, es precisamente esta cualidad la que genera conexiones genuinas. La gente no busca perfección; busca humanidad.
Al mostrarnos reales, creamos espacios de empatía, de diálogo y de comprensión mutua que trascienden los límites de una pantalla.
En estos tiempos, ser uno mismo es un acto revolucionario. Es priorizar la conexión por encima de la validación, la verdad por encima de la apariencia. Es recordar que, aunque los likes puedan acumularse o desaparecer, lo auténtico siempre perdura.
Impacto en comunicadores y periodistas
Para los comunicadores, la presión de las tendencias y la constante búsqueda de relevancia en redes sociales puede convertirse en una trampa peligrosa. En su afán por captar la atención del público, muchos terminan adaptándose a fórmulas predecibles o diluyendo su mensaje en contenidos diseñados únicamente para el algoritmo.
Esto no solo compromete la calidad y profundidad de la información, sino que también amenaza la credibilidad del comunicador.
La autenticidad, en este contexto, se convierte en un desafío profesional: mantenerse fiel a una voz propia, a valores y a principios, mientras se busca conectar con audiencias saturadas de estímulos. Porque en un entorno donde todos buscan destacar, lo único verdaderamente memorable es lo genuino.