Un milagro no es un hecho sobrenatural; es algo que, así no se pueda comprender, sucede con frecuencia.
Un milagro es, de manera sencilla, un suceso ordinario que se vuelve ‘extra…ordinario’.
Y más que un juego de palabras, es una realidad.
Así no lo quiera admitir, los milagros hacen parte del diario acontecer. La salud, por ejemplo, es uno de ellos: el solo poder respirar hoy, de por sí, es un gran acontecimiento. Y si no lo cree, pregúnteles a quienes viven pegados a una máscara de oxígeno por culpa de alguna enfermedad.
Lo que pasa es que, por relatos del ayer, consideramos que los milagros sólo consisten en cosas del otro mundo o inexplicables para los científicos.
Otros creen que los milagros son hechos improbables que se dan “porque sí”, tales como: ganarse la lotería estando muy necesitado de dinero o apreciar a paralíticos que, de buenas a primeras, caminan.
Un milagro es el lenguaje del entusiasmo. ¿Acaso usted no ha sentido a veces que hace cosas que, en condiciones normales, jamás haría?
Recuerde alguna situación extrema que haya vivido y analice todo lo que hizo para salir de ella.
No vaya tan lejos; basta con divisar un amanecer y comprobar que ese solo acto de la naturaleza es milagroso.
Los milagros están atados a la fe, no a actos de magia. Crea en usted mismo, en los demás y en la vida; verá que los milagros se dan. ¡Claro! No se quede sentando esperando que del cielo le lluevan flores; porque aún más importante que la fe, es la acción.
No espere a que alguien mueva sus montañas: levántese, ármese de valor y vaya a moverlas usted mismo.
No es necesario tomar un martillo para labrar la piedra que habrá de esculpir su posible milagro. Sólo debe ser escultor para hacer obras de una forma diferente e impactante y de manera positiva en su vida.
Hay quienes hacen milagros con palabras, tal como lo hacen los escritores; y hay quienes hacen milagros con planos, tal como lo hacen los arquitectos.
Haga usted su propio milagro; no espere por el momento preciso: ¡empiece ahora mismo! Hágalo ya, porque si espera por el momento adecuado, nunca dejará de esperar. Si trabaja por algún milagro, Dios se lo concederá.
SUS POTENCIALIDADES
Cada vez que el Señor crea a un ser humano, sueña con verlo convertido en una gran persona. Por eso usted, que es un diseño de Él, puede ser considerado como un milagro.
¿Por qué? Porque es fuerte, capaz, inteligente y, así no lo quiera admitir, está lleno de dones y talentos únicos. No, no importa que no haya ido a una universidad para recibir un título. De hecho, para ser profesional no es necesario saber muchas cosas, sino conocer las que realmente importan para la vida misma.
¿Quiere un ejemplo?
Cuando usted sabe mirar los dolores de los demás y se conmueve con ellos, logra saber más cosas de las que un libro o una clase teórica le enseñan.
Usted se preguntará, ¿yo no soy un milagro, porque no hago nada extraordinario?
¡Cuente sus dones! Si no los cree tener, encuéntrelos y entusiásmese con ellos; luego demuéstrelos. Al hacerlo, ocurre el milagro.
El solo saber que desde este momento puede cambiar su vida para bien, con solo proponérselo, de por sí ya es algo extraordinario.
Por eso, jamás tema comenzar una nueva vida, no se queje; tampoco se atormente o se deprima.
¿Cómo puede temerle al cambio, si usted es un milagro? nadie es igual a usted. Además, es libre, incluso puede considerarse así a pesar de estar detrás de las rejas, porque la libertad va por dentro.
En usted está el poder de hacer el milagro de no atarse a lo material. Las cosas no hacen la felicidad, es su actitud ante ellas la que le permite ser feliz.
Dios lo hizo perfecto para que aprovechara sus capacidades y no para que se atormentara con tonterías. Él le dio el poder de pensar, de amar, de determinar, de reír, de imaginar, de crear, de gozar, de planear, de hablar y de orar.
Es más, el Creador lo puso a usted por encima de los ángeles, entre otras cosas, porque le dio el poder de elegir qué hacer con su vida; mejor dicho, le dio el dominio de diseñar su propio destino usando su voluntad. Elija amar, en vez de odiar; reír, en lugar de llorar; actuar, en lugar de aplazar; crecer, en lugar de estancarse; bendecir, en lugar de blasfemar; trabajar, en lugar de estar dormido en la cama; mejor dicho, elija vivir, en lugar de morir.
Crezca cada día un poco más en el optimismo de la esperanza. Deje atrás los miedos y los sentimientos de derrota. Busque a Dios y acuérdese de Él, porque el Señor nunca falla y, cada día de su vida, le concede milagros.
ESAS DIFERENCIAS
En la gran obra de la Creación, Dios se empeña mucho a la hora de moldear a su nuevo ser. Él mezcla los rasgos, tanto físicos como sicológicos de ambos padres y, además, le otorga algunos dones.
A nadie le da todo completo, pero tampoco nadie se queda sin nada. Por supuesto, a veces sentimos que con algunos el Altísimo es un poco más generoso.
Y puede ser que alguien sea más bonito, tenga más plata o nazca en una cuna aristocrática. ¡A lo mejor sí! pero eso no necesariamente refleja alguna ventaja sobre los demás.
Cuando Dios lo crea a usted, con o sin el amor de sus padres, siempre le pinta una sonrisa dulce y una mirada limpia, acompañada con sensibilidad y profundidad espiritual. Por eso, los niños siempre serán tiernos.
Él, además, le habilita a su humanidad un pequeño dispositivo, el cual se conoce con el nombre de ‘libre albedrío’. Eso sirve para que usted decida cuándo quiere reír, cuándo llorar, cuándo cantar y cuándo es el momento preciso para actuar. Y ahí radica la exclusividad con los demás, así sean bonitos o feos, famosos o anónimos o, simplemente, pobres o ricos. ¡Esas son las actitudes que realmente nos hacen diferentes!